Clase de Ana P. de Quiroga 25/11/2020

Esta es la apertura de la última clase de primer año en nuestra Escuela que dictara Ana Quiroga el 25 de noviembre de 2020 a pocas horas de la muerte de Diego Armando Maradona. Compartimos el texto con todos, como una manera de compartir sentimientos.
Se incluye un texto de 1965, del libro Psicología de la vida cotidiana, de Enrique Pichon Rivière con la colaboración de Ana Quiroga

 Es una reflexión sobre el futbol, y su protagonista la pelota, la elegimos como homenaje al Diego porque quizás nadie como él comprendió su magia y la hizo suya.

“Todo encuentro lleva, más intensamente o más levemente, la marca del contexto en que se da, ese contexto es parte de él, deja huella. Este año nuestro encuentro se dio y se da en un contexto de crisis, de temor, de ausencia de abrazos, de esa forma de presencia que tiene como protagonistas a nuestros cuerpos. Hoy nuestra tarea es la de iniciar un momento de trabajo y reflexión, que se extenderá por varias semanas.

Pero hoy hay en ese contexto un hecho que nos marca, la muerte de un ídolo, de alguien que por su habilidad, su genialidad en lo suyo, se convirtió en un ser emblemático, no solo asociado al futbol, sino a la imagen de Argentina.

Sabemos que no todos los sentimos de la misma manera. Venerado o condenado, fue y es el depositario de múltiples ideales, y también de infinitas proyecciones. Dejó, para millones, de ser simplemente una persona y quedó atrapado en la cárcel de lo excepcional, de la idolatría, él, que tanto quería la libertad.

Su vida ya no fue suya, quizás hasta para sí mismo se convirtió en un personaje pagando por ello un enorme costo como ser humano, su creatividad, su talento único hizo feliz a millones. Dio alegría, placer desde lo que él sabía hacer quizás como nadie.

Desde nuestra disciplina, la Psicología Social, fenómenos de masa como el de Diego nos convocan. Y su persona nos conmueve, la persona que convivió contradictoriamente con el ídolo, que se transforma en mito.

Diego, te vamos a extrañar, no te olvidaremos. Estás en nuestra historia.

LA PELOTA – Enrique Pichon Rivière y Ana P. de Quiroga

Hasta ahora, de todo lo dicho sobre el fútbol queda aún por esclarecer la pieza fundamental, el objeto de la disputa: la pelota.

El significado y la función que ella juega en el contexto estructural del espectáculo pueden ser encarados desde un punto de vista antropológico, psicosocial y sociológico. Estas disciplinas deben apoyarse en un detenido análisis del vínculo entre el sujeto y la pelota. Esta última adquiere un carácter fascinante ligado a la perfección de su recorrido y a la incertidumbre que abre su caída, en contraste con la euforia producida por su ascenso.

En última instancia, nuestros juegos son residuos de la existencia no lúdicra (es decir, de no-juego) que se manifestó en una fase antigua de la cultura. En el juego se manifiestan viejas fantasías, más o menos latentes, y es por eso que constituye una descarga. El fútbol, por su particular estructura y por sus características primitivas, cumple plenamente con esa función.

Este deporte es también un ritual que congrega a espectadores y equipos en una ceremonia que tiene algo de magia y algo de catarsis.

Sólo desde hace pocos años, el fútbol ha llegado a comprenderse en su estructura interna y en su dimensión filosófica. Los investigadores que se ocuparon del tema —entre los cuales nos incluimos—, partiendo de diferentes enfoques, han llegado a configurar una teoría general que podríamos llamar psicoanalítica y estructuralista.

Estos estudios conceden gran importancia a la pelota.

La investigación se desplazó entonces del público al jugador y de éste al objeto en disputa. El arco forma su encuadre: es allí donde se decide la acción y es al guardavalla a quien toca desplazarse con la exactitud, la velocidad y la elegancia de un primer bailarín. Sin embargo, él resulta ser el personaje más vulnerable a la presión de ciertos hinchas, quienes se encargan de aumentar su tensión arrojándolo a una incertidumbre en la que abandona toda estrategia y va perdiendo el dominio del espacio y del tiempo. En nuestro país, tiene particular vigencia esa táctica destructiva que lleva a los arqueros a tal estado de inseguridad.

Desde otro punto de vista, es importante profundizar en esa fascinación que la pelota ejerce sobre cualquier sujeto y a cualquier edad, particularmente en aquellos que han jugado al fútbol, que sienten compulsivamente la necesidad de intervenir en situaciones fortuitas. La persona mayor, a cuyos pies llega la pelota que unos chicos mueven sobre una vereda, siente irresistiblemente la necesidad de devolverla. Tiene la noción de haber realizado una tarea útil y hasta un oscuro y gastado sentimiento de pertenencia a un club de su juventud. Pocas veces se ve reaccionar con resentimiento frente a la molestia que puede causar la cercanía de esa pelota anónima y, si el pase ha sido bien dirigido, él espera de su público inmediato esa aprobación que lo llena de placer, y que junto a la descarga lograda en el shot logra una transformación transitoria de la imagen de sí mismo y lo hace sentirse ágil, apareciendo en él fantasías de retomar sus antiguas actividades deportivas.

En el campo de juego la pelota es la que configura el espacio en el que se desarrolla la acción. Ella sitúa a los jugadores, los agrupa y los dispersa, es el motivo de esa estrategia que tiene como objeto ubicarla dentro del arco contrario. La pelota se convierte en algo a la vez deseado y temido, cuya posesión es un privilegio y su pérdida un imperdonable fracaso. Si el fútbol es una forma de la comunicación, la pelota es el contenido de un mensaje. Es también el líder que moviliza a veintidós jugadores sobre una cancha y atrae durante más de una hora las miradas y los pensamientos de miles de espectadores.

No es causal el liderazgo de la pelota. Su forma esférica la vincula con uno de los más antiguos símbolos que maneja la humanidad a través de filósofos como Parménides o de poetas como Rilke. La esfera significa la forma perfecta, la conciencia del uno y del todo, es la imagen del infinito.

Desde los más remotos tiempos, los hombres juegan con formas esféricas juegos brutales, primitivos, como si quisieran familiarizarse con ese objeto casi sagrado en esas misteriosas síntesis entre la guerra y la fiesta.

Enrique Pichon Rivière y Ana P. de Quiroga 
En “Psicología de la vida cotidiana”,